Los Temporales (Centro Dramático Nacional, 2016)

Autora: Lucía Carballal
Dirección: Víctor Sánchez Rodríguez
Reparto: David Boceta, Mamen García, Carlos Heredia, Lorena López y Nacho Sánchez
Producción: Centro Dramático Nacional

Ya sabemos que lo último de lo último es que seas feliz en el trabajo. El nuevo mantra ha sustituido aquel otro de que el trabajo dignifica al ser humano (y el stajanovismo fortalece a la patria). Alienaciones. El mundo laboral se ha desencorsetado estéticamente para que te sientas como en casa. Se han tirado las paredes, han llegado los colorines, la música relajante (o acelerante, dado el caso), las ludotecas para mayores con piscinas de bolas, dianas con dardos, mesas de ping pong y de billar, gimnasio. La confraternización profunda con todos tus compañeros como si fuera una secta con propósitos trascendentales. Viste como quieras, todos somos hipsters. Tu jefe es tu colega. Siéntete como en casa. Quédate 14 horas seguidas, somos un equipo (somos tu familia). Cuando el estrés crece en tu interior hasta que te ves sentado frente a un siquiatra recetándote unos ansiolíticos, entonces puede que ya no haya marcha atrás, has quedado atrapado por un modo de vida similar al engranaje de una gran maquinaria. En una muestra de lo que podría ser este ambiente, nos encontramos en una empresa de trabajo temporal. Cuatro empleados reciben la visita de un joven coach, alguien avalado por las ventas de su libro-milagro, de su método de transposición de personalidades, un psicodrama en el que se intercambian los papeles y cada uno debe hacer de su compañero; un sistema, al fin y al cabo, para insuflarles altas dosis de absurda positividad, que es lo que hacen estos mercachifles que se nos cuelan por todos los lados. La cuestión es superar las crisis, fundamentalmente la de Olivia, una mujer desquiciada que ha sufrido un desvanecimiento y que parece dispuesta a tirar la toalla. Lorena López asume el rol con diferentes balanceos, nos puede ofrecer su semblante más derrotado o puede sacar fuerzas de flaqueza para imponerse furibunda frente a su gurú de pacotilla, como en un último hálito que la lleva hasta el extremo interpretativo. Es defendida, en primera instancia, por Carlos Heredia, quien encarna a René, un convencido sindicalista que aún se agarra a ciertos ideales. Se muestra algo más moderado, aunque bien plantado en escena. Por otra parte, nos encontramos a Nacho Sánchez, el joven, el nuevo, el que ya viene con menos ínfulas sencillamente porque tiene interiorizado que las cosas están como están, que si quieres bien y que si no ya sabes (las uvas de la ira). Él lo lleva con temple, asumiendo su posición, con pocas estridencias, muy seguro desde el principio hasta el final, demuestra que es un actor excelente. El susodicho ilusionista es David Boceta, que con expresión más templada vaga por la escena intentando no perder los nervios, dándose ciertos aires de experto en la materia. Respecto a los empleados queda algo tapado. En el desencadenamiento de cada uno de sus miedos y angustias personales, de sus deseos casi olvidados o de ese cuestionamiento existencial sobre su lugar en el mundo, Lucía Carballal se ha guardado una carta ganadora para el final que no podemos desvelar aquí. Estaba seguro de algún día llegaría. Mamen García, una actriz encantadora, una cantante cercana y emotiva, a la que hemos visto mucho en los últimos años, sin irnos muy lejos hace unos meses en Vania, aquí nos regala una actuación entre la parodia y el atrevimiento del amateur que hará las delicias de muchos. Representa a una mujer atrapada por su empleo, frustrada por la imposibilidad de llevar a cabo su verdadera vocación; se sostiene en su aire de tristeza y whisky. Ella misma lo canta: «But I’m holding on for dear life» (no daremos más pistas). Víctor Sánchez Rodríguez se ha puesto a dirigir este proyecto perteneciente a los trabajos de investigación que organiza el Centro Dramático Nacional y ha sabido cohesionar las diferentes escenas de un texto que incluye formalmente varias capas de ficción en la ficción; únicamente pondría como pegas que poco antes del final se pierde un poco de fuelle, que se sube tanto en el encuentro tan explosivo entre el coach y Olivia que luego cuesta retomar un poco; además, la deriva hacia la que se dirige la protagonista queda un tanto edulcorada en el desenlace (aunque, afortunadamente, no es el final definitivo). Ha contado con Mireia Vila para crear una escenografía que representa excelentemente esos paraísos artificiales (pero de verdad) en el que se han convertido algunas oficinas. Los temporales descarga con furia y sarcasmo melancólico sobre nosotros las vidas ejemplares de unos individuos encerrados en una cárcel kafkiana de colorines, donde se come de picnic y en la que cada empleado es tomado estrictamente por gilipollas al pretenderle convencer de que cambiando el envoltorio los caramelos de mierda saben mejor. Y lo peor de todo es que cualquier atisbo de lucha queda muy lejos después de esta desintegración a la que se ha visto sometida la sociedad. Todos contra todos como nunca. Lucía Carballal ha tenido la enorme virtud de infundirle la ironía que nos permita tragarnos hasta la carcajada tamaña hecatombe personal.

Texto publicado originalmente en El Pulso, via Kritilo.com

«Amor» (disco, 2023)


«Elígeme«

(Letra y música: Mamen Garcia)

Es tan íntimo lo que crean, tan verdadero, que los ojos de quien mira, y escucha, buscan donde aguardar hasta sentir la confianza para acomodarse en la profundidad de esta voz y su piano. De esta madre y su hijo. Lo pequeño, lo familiar, lo sencillo adquiere con Amor la magnitud de aquello que no puede explicarse porque tiene que vivirse, porque su valor trasciendela música y no puede registrarse. Sólo en el privilegio del directo las versiones desnudas de boleros, tangos, standards de jazz y temas propios arrojan la belleza del entendimiento umbilical. El piano busca, sigue, la rítmica de la voz jaspeada de quien canta en libertad, con la osadía que losaños cargados de experiencia le han otorgado por mantenerse fiel a sí misma. Amor es una reivindicación de la honestidad, de la sangre, de la madurez dedos conciencias que ya han salvado las distancias de la edad.
dos conciencias que ya han salvado las distancias de la edad.


«El Roce De Tu Escapulario«

(Letra y música: Mamen Garcia)

Mamen García y Albert Sanz vuelcan sus propias perspectivas en un vaivén entre lo individual y lo materno-filial: interpretación y exploración de lamúsica con personalidades y talentos distintos en un encuentro que tiene lafinalidad de cuidarse mutuamente. De mecerse en el sonido, de nuevo, comoen el inicio. Un dúo de cercanía que nos lleva al propio reconocimiento en lanaturalidad y la complicidad que emana, la invitación a un hogar decanciones para sentir las pasiones de letras que también forman parte denosotros. El pianista y la cantante preservan la inocencia y simpatía del origen para disfrutar juntos como en un juego de infancia con la virtud de la suma de la conciencia plena. Consiguen por ello parar el tiempo, que te quedes con ellos.

Y así, teniendo el presente como único motivo, se recrean en la sencillez del buen caminar del swing y en otros ritmos con los que reforzar su unión. La unión incondicional de Mamen y Albert. Amor, ahora o nunca. Ahora por un para siempre.

Marta Ramón

La Que Se Avecina (Telecinco/PrimeVideo, 2023)

Victoria Rafaela Balmaseda de Unzeta y Téllez-Girón, marquesa de Francavilla y Sacromonte.

Noble arruninada, clasista, manirrota, alcohólica y ludópata. Heredera y con traumático pasado, ostenta el título de su difunto padre y ha tenido que ir vendiendo los pisos del inmueble para ir sobreviviendo.

Vive con Logi, su asistenta, que lleva con ella desde que entró al servicio de su familia con quince años, recién llegada del pueblo.

Ojos Que No ven (Teatros del Canal, 2022)

Intérpretes Mamen García, Mariola Fuentes, Javi Coll, Mar Abascal, Jorge Roelas, Álvaro Fontalba , María Maroto
Dirección: Carles Alfaro
Autoría: Natalia Mateo
Coproducción: Teatros del Canal, Entrecajas Producciones, Teatro Narea, Producciones Come y Calla, S.

Sí señor. Hacía ya que echaba en falta ese ambiente coral de los tiempos de Berlanga o José Luis López Vázquez (Plácido 1961) y hasta de Buñuel, pero actualizados y recuperados de alguna manera en nuestra época. Todavía quedan familias de esa tercera España, muchas, dónde no sé habla casi de nada en particular, pero de todo en el fondo. De afectos, de fracasos, de trapos sucios, de secretos, de vida cotidiana en fin… Dónde tan importante o más es lo que se dice cómo lo que queda oculto.

¿Qué es una cena de Navidad sino un teatro, una pasarela, un «sálvame de lux» en petit comité, o un discurso del rey…? ¿No nos igualan un poco las  nochebuenas a los ausentes y a los presentes, a los ricos y a los pobres, a los reyes y a los plebeyos, a los rojos y a los azules, a los hombres y a las mujeres…a los cuñados y a las suegras, a todos?¿No cenamos un poco juntos en esa noche?¿Quién no se ha preguntado alguna vez cómo será la cena de Navidad de este o de la otra?

Comedia y drama, las dos cosas a la vez. Y todo, mezclado, parodiándose a sí mismo. Las cenas de Navidad son un clásico por el que pasamos la inmensa mayoría de los habitantes de este país, un clásico repetido, porque la repetición es la vida ¿Y qué es la vida cotidiana sino la verdadera cantera del humor, del humor blanco y también del oscuro?  Pues aquí lo tienen. El humor como una oportunidad para distanciarse de esa misma vida y una herramienta para comprender que nada es para tanto… ¿o sí?

Dirigida por Carles Alfaro“Ojos que no ven “se trata de la adaptación teatral del corto de Natalia Mateo de 2012, pero desarrollado y con otro tono, donde se cuenta una nochebuena un “poco” diferente de una familia española. Un poco diferente o no…decídanlo ustedes.

Estamos ante una comedia que nos devuelve muchas cosas que se habían quedado atascadas en el cajón de los clásicos del cine español y el teatro de aquella época gloriosa en la que “contra Franco» creábamos mejor…y para mí es muy bien recibida.

En muchas películas y obras de hoy, y que me perdone Almodóvar, yo no termino de sentirme identificado, en cambio ayer me pasó lo contrario. Estaba viendo destellos de mis propias familias y de mí mismo, en un reflejo de la sociedad actual pero con la ironía fina de aquella época grandiosa de nuestra comedia.

Un percance inicial en la cena más familiar del año se convierte en la primera pieza del domino que va sacando a la luz todos los demás conflictos. Estos “asuntillos” comparten un rasgo en común: ocultar la verdad para evitar roces, tensiones acumuladas, heridas no cerradas.  Y así, atrapados en un salón dónde alguna no puede entrar, y otros no pueden salir, alguien no puede ver, otra no puede hablar, aquel no puede dejar de beber… de vez en cuando se cantan canciones navideñas (haciendo un guiño más que digno a los musicales) y se habla, se discute constantemente, se llora, se ríe, se miente, se ama, se acaba la vida, se acaba la cena…y se cuenta la verdad.

Una familia normal y anormal como cualquiera de las nuestras, sin necesidad desfiles de Drag Queen para demostrarlo y otros fuegos de artificio… Una familia de risa y de pena como tantas.

En algún momento, muy “berlanguiano”, la obra es brillante y desternillante, con diálogos divertidísimos pero no faltos de profundidad. Nos cuesta arrancar pero la obra crece y crece hasta que alcanza su clímax, después sólo queda despedirse…¿o no?

Nadie está mal entre los actores (cualquiera de sus papeles le habrían venido de perlas no a sólo a José Luis López Vázquez sino a otros tantos de esa generación irrepetible )  pero permítanme que me quede con ellas, con las actrices. La abuela ciega, (Mamen García) parece una Bernarda con gracia que toca el piano y canta, nos tiene veneno y ternura preparadas; Carmen (Mariola Fuentes) la hermana mayor, maniática, neurótica, también es la que carga con todo y con todos, siendo uno de los ejes de la obra y la familia; Raquel, su antagonista, la más histriónica y ridícula, que canta como una soprano, está magníficamente interpretada por Mar Abascal, que estudió canto en la vida real  y es igualmente una excelente cómica, alcanza lo sublime y lo esperpéntico por momentos, graciosísima y genial.  Esther (María Maroto), obligada por las circunstancias a actuar en silencio, constituye un excelente contrapunto a la ceguera de la abuela, que es su madre, a la palabra envenenada de los demás y a las mentiras que tapan sus verdades. Y sin que por ello no destile la obra su pizquita de dulzura y compasión, que se reparten por igual entre brindis, canciones y visitas al excusado.

Todos, ellas y ellos, construyen un coro en donde nadie deja de actuar cuando no habla, cuando no oye, cuando no ve, incluso cuando no está… y por eso la cuidada puesta en escena rellena sencillamente todo el espacio y acompaña a los personajes y a nosotros como si volviéramos a casa por Navidad . Pero de forma inevitable las verdades van saliendo y coloreando un cuadro de familia donde no resulta difícil verse reflejado.

Disfruten y prueben ustedes a mirar también estos “Ojos que no ven” . Muy recomendable, sinceramente, y más en tiempos navideños, pero también en cualquier otros. No se van a aburrir y van a reírse un rato, con ese humor universal y terapéutico que tanta falta nos hace.

Fernando Jaén (Vistateatral.com)